¿Ciudades grandes o ciudades pequeñas?

sábado, 4 de julio de 2020

El color urbano del medio ambiente


“La mejor manera de proteger el medio ambiente es viviendo en las ciudades”.
Edward Glaeser


Las enseñanzas que nos está dejando esta pandemia y la vulnerabilidad a la salud nos hacen proponer una serie de estrategias para el regreso a la “nueva normalidad”, acciones que se puedan enmarcar en beneficio de ciudades más humanas, con un componente primordial: el medio ambiente. Tal y como está sucediendo en muchas partes del mundo, nuestras ciudades en Chiapas tendrían que implementar políticas para desinhibir el uso del automóvil y fomentar el uso de medios no motorizados como lo es la bicicleta. Es momento de plantear toda una gran red ciclista por las ciudades y por qué no, pensar en una gran red ciclista metropolitana más allá de los centros de población, hacia localidades, donde muchos residentes se desplazan por este medio.

En Hermosillo, Sonora, un lugar con un clima caluroso como nuestra capital Tuxtla Gutiérrez, estudios recientes de movilidad manifestaron que el clima no era el principal factor para evitar los desplazamientos en bicicleta, sino la inseguridad, con lo que un fenómeno social como este puede resolverse a partir de políticas públicas acertadas.

Por otra parte, la infraestructura peatonal de calidad tendrá que ser un tema para revolucionar; ya no más construcción de calles sin banquetas y que mejor que éstas sean arborizadas, que sean toda una buena experiencia para la gente que camina; democratizar, hacer incluyente y con perspectiva de género el espacio público es una estrategia que en este momento se torna impostergable. Entre 1972 y 1981, una investigación realizada en un Hospital de Pensilvania, EUA, acompañó la recuperación de pacientes operados en una misma sección de cuartos. La mitad de esos cuartos tenía ventanas hacia un muro de ladrillos de una construcción vecina, y la otra mitad de cuartos hacia una hilera de árboles, el estudio arrojó que los pacientes con vista a los árboles tenían menos complicaciones y recibían el alta hospitalaria en promedio un día antes que los otros. La evidencia de la importancia de los árboles se acrecienta con el estudio del Dr. Roger Ulrich de la Universidad de Texas A&M, quien concluyó que la exposición visual a ambientes con árboles produce una significativa recuperación de estrés en cinco minutos. Otro estudio, este de Walter Kulash, señala que un trayecto en una calle sin árboles es percibido significativamente como más largo, que un trayecto de la misma distancia en una calle arborizada.

Los barrios que cuentan con sombra de árboles exigen entre 15 y 35 % menos dependencia de aire acondicionado que los barrios que no están arborizados, para las ciudades de nuestro estado como Tuxtla Gutiérrez o Tapachula que las calles con árboles reduzcan entre 2.5 y 7% grados de temperatura hacen una gran diferencia cuando hay días que tienen temperaturas superiores a los 38 grados.

Podemos seguir hablando de las bondades de los árboles, pero el reto está en que nuestras ciudades sean una analogía de lo más grande de este estado que es su medio ambiente.

La recuperación de espacios públicos, de los pequeños o grandes jardines vecinales tendrá que ser una constante en esta nueva etapa de vida, embellecer cada rincón público de la ciudad de tal forma que abonemos a mejorar el entorno en el barrio. Recuperar los ríos y arroyos urbanos, voltear a verlos y sentirnos orgullosos de esos lugares acerca de los que nuestros abuelos nos contaban cuando nadaban o jugaban en ellos, nos atrevamos incluso a plantear huertos urbanos por todas partes, huertos que nos den alimentos y nos ayuden a recibir pequeños animales polinizadores.

Las ciudades son la gran invención humana, la densidad de personas y su sinfín de actividades hacen que sean magnificas aliadas para el medio ambiente; Jeff Speck, nos cuenta en su libro Ciudad Caminable, que en 2011, Scott Bernstein, en Chicago, produjo una seria de mapas donde se representaban las zonas con mayor contaminación para Estados Unidos, en rojo las más contaminadas y en verde lo inverso. Lo curioso del estudio de Bernstein fue que los colores que venían en sus mapas cambiaron de posición, los tonos verdes y rojos, que significaban emisiones de carbono, valores que antes hacían referencia a carbono por kilómetro cuadrado, ahora su medición era carbono por domicilio. La sorpresa en su momento fue que las áreas más frescas (tonos verdes) estaban justamente en las ciudades y no en la periferia como se había pensado. Bernstein tuvo una limitación en su investigación que fue incluir solo la variable de CO2 originado del uso de carros particulares origen-destino, pero ese, al mismo tiempo, fue el gran factor que contribuyó a confirmar que el uso del automóvil es una de las mayores causas del total de emisiones de carbono en las ciudades.

Construir ciudades inclusivas y sostenibles es una vía para la recuperación de la pandemia, este es el título de un relato del Banco Mundial, pero esta afirmación solo es posible con la suma de Gobiernos, sociedad civil, academia, y demás actores que día a día interactúan, todos en sintonía para avanzar hacia urbes cordiales y con el color del medio ambiente, donde la naturaleza se respire, nos de identidad, empatía y orgullo.


Escrito con aprecio para la arquitecta Marirrós Bonifaz quien contribuyó para su publicación.





lunes, 29 de junio de 2020

Anécdota e intención de ciudad


Justamente en estos días que se anuncia la reelección de Anne Hidalgo como alcaldesa de Paris, en Francia, se vislumbran políticas públicas encaminadas hacia una ciudad más humana, su proyecto titulado, la ciudad de los 15 minutos, conceptualizado en gran parte por el científico Carlos Moreno, que pretende tener al alcance todo lo básico a una distancia caminable de un cuarto de hora, y que integra conjuntamente más y mejores áreas peatonales, recuperación de cuerpos de agua y vegetación, usos mixtos, en fin, todo un rediseño a la imagen urbana, transita a ser un estandarte para las ciudades en varias partes del mundo.

Hay antecedentes al respecto, en su momento Barcelona planteó una propuesta de diez minutos, sin embargo la cobertura mediática que ha tenido Paris en el tema hace que tenga mayores reflectores, y llega en un momento en donde las ciudades tendrán que reinventarse para subsistir ante un virus que no estaba en el radar, tal y como lo mencionó Richard Florida, urbanista norteamericano, en recientes días, como era posible que tanto estudiar a las ciudades desde diversos enfoques, no hayamos anticipado a un virus que nos cambiaría drásticamente nuestra forma de vivir.

Las urbes constantemente se reinventan, Peter Hall, en su libro ciudades del mañana, narra una historia que llama el grito amargo, en donde reúne textos que describen como eran los barrios de la clase trabajadora en Londres en la época de la reina Victoria, hacia finales del siglo XIX. Un lugar donde decenas de miles de personas se amontonaban en medio a horrores que solamente podrían traer a la mente como eran los viajes por el atlántico en un barco cargado de esclavos. Para llegar hasta estos lugares, era necesario entrar por patios que exhalaban gases venenosos y fétidos, producto de que no había drenaje y los residuos estaban derramados por todas partes, lugares en donde el sol jamás entraba, mucho menos el aire fresco y raramente se podía contar con una gota de agua potable.

A veces, en estas viviendas, dentro de cada cuarto se alojaba una familia completa o incluso dos. Existe un relato en que un fiscal de sanidad registró haber encontrado en un cuarto a una familia compuesta por papá, mamá, tres hijos y ¡cuatro cerdos!

Esos barrios, donde se encontraba la mayoría de las viviendas que estaban en esta situación eran vistas como lugares infestados, donde la enfermedad, el vicio y la miseria florecían, lo que llevaba a dispersarlo y contaminar toda la ciudad.

El campo, en la misma época, por más que prometiera aire puro y naturaleza, no prometía, desarrollo, estaba ahogado en la depresión de la agricultura y no ofrecía ni trabajo, ni salarios suficientes, y tampoco una vida social adecuada.

Sin embargo era momento de tomar cartas en el asunto y emprender acciones para la ciudad, el tema de la vivienda en Londres era el problema social central en los años de 1880, al cual solo se veía una salida, acomodar en viviendas dignas a la población más vulnerable y quien lo tenía que hacer era el estado, en una época en donde la expectativa de vida era de 55 años entre los nobles y de la clase obrera bajaba hasta los 29 años. Una de estas primeras acciones fue la creación de un grupo electo democráticamente, el London County Council, LCC, (Consejo del Condado de Londres), así como en 1890 lanzar la Ley para la Vivienda de las Clases Trabajadoras. ¿Por qué menciono esto? Porque este fue un antecedente vital para el rediseño de las ciudades, ahora ya había un marco para trazar metas. Aquí es donde llega la ciudad jardín en el diseño urbano, en cómo se conceptualizó a partir de la situación difícil que vivía Inglaterra y la ciudad más grande del planeta en ese entonces, Londres.

Había una concepto, y la mente pensante de Ebenenzer Howard, la ciudad jardín en el campo, lejos de la ciudad antigua, lo suficiente para garantizar que la tierra fuera comprada a precios mínimos, con la intención también de interesar a los capitales de la industria para mudar sus fábricas, y con ello, los trabajadores mudarse para construir sus casas. La ciudad jardín tendría un límite, en ese entonces Howard sugirió 32 mil habitantes en una superficie de poco más de 400 hectáreas, lo que equivalía a 1.5 veces la ciudad histórica-medieval de Londres. Alrededor tendría un cinturón verde de aproximadamente dos mil hectáreas.

La primera y sin lugar a dudas más importante respuesta a la ciudad victoriana fue el concepto de ciudad jardín de Howard, de gran visión y persistencia, cuyo objetivo era resolver el problema de mejorar la ciudad antigua, hacinada y sin servicios de sanidad, llevando a una porción de personas junto con sus empleos para nuevas ciudades construidas en el campo.

Hoy en día pensar en mudarse al campo y ver como nacen las nuevas ciudades suena utópico, sin embargo, tomando una analogía, pudieran ser las ciudades intermedias, aquellas en donde la urbe no está desbordada las que ayuden a las metrópolis a repartir cargas. La ciudad densa, compacta, es una constante que camina como el concepto ideal y así tendrá que permanecer, sin embargo, los límites espaciales, y ahora un virus en el tablero de juego nos obliga a pensar en cómo redistribuir el espacio, sus actividades y su movilidad. En cómo hay que invertir en más y mejores espacios públicos, abiertos, recuperación de ríos y arroyos urbanos, con muchos árboles, espacios capaces de oxigenar en el amplio sentido de la palabra, en nuevas ciclovías y zonas peatonales preferentes.

La ciudad victoriana y su migración a la ciudad jardín nos enseñó que las ciudades se reinventan, ahora nos toca reinventarnos hacia el interior, pero con una visión regional, hacia los límites de las cuencas. Pero también no nos olvidemos que vivimos en la era de la tecnología, información y comunicación, donde probablemente los usos de suelo se vean jerarquizados a medida del acceso a internet que a otros servicios prioritarios.

¿Tendremos nuestra propia versión de la ciudad de los 15 minutos?