Justamente
en estos días que se anuncia la reelección de Anne Hidalgo como alcaldesa de
Paris, en Francia, se vislumbran políticas públicas encaminadas hacia una
ciudad más humana, su proyecto titulado, la ciudad de los 15 minutos,
conceptualizado en gran parte por el científico Carlos Moreno, que pretende
tener al alcance todo lo básico a una distancia caminable de un cuarto de hora,
y que integra conjuntamente más y mejores áreas peatonales, recuperación de
cuerpos de agua y vegetación, usos mixtos, en fin, todo un rediseño a la imagen
urbana, transita a ser un estandarte para las ciudades en varias partes del
mundo.
Hay
antecedentes al respecto, en su momento Barcelona planteó una propuesta de diez
minutos, sin embargo la cobertura mediática que ha tenido Paris en el tema hace
que tenga mayores reflectores, y llega en un momento en donde las ciudades
tendrán que reinventarse para subsistir ante un virus que no estaba en el
radar, tal y como lo mencionó Richard Florida, urbanista norteamericano, en
recientes días, como era posible que tanto estudiar a las ciudades desde
diversos enfoques, no hayamos anticipado a un virus que nos cambiaría
drásticamente nuestra forma de vivir.
Las
urbes constantemente se reinventan, Peter Hall, en su libro ciudades del
mañana, narra una historia que llama el grito amargo, en donde reúne textos que
describen como eran los barrios de la clase trabajadora en Londres en la época
de la reina Victoria, hacia finales del siglo XIX. Un lugar donde decenas de
miles de personas se amontonaban en medio a horrores que solamente podrían
traer a la mente como eran los viajes por el atlántico en un barco cargado de
esclavos. Para llegar hasta estos lugares, era necesario entrar por patios que
exhalaban gases venenosos y fétidos, producto de que no había drenaje y los
residuos estaban derramados por todas partes, lugares en donde el sol jamás
entraba, mucho menos el aire fresco y raramente se podía contar con una gota de
agua potable.
A
veces, en estas viviendas, dentro de cada cuarto se alojaba una familia
completa o incluso dos. Existe un relato en que un fiscal de sanidad registró
haber encontrado en un cuarto a una familia compuesta por papá, mamá, tres
hijos y ¡cuatro cerdos!
Esos
barrios, donde se encontraba la mayoría de las viviendas que estaban en esta
situación eran vistas como lugares infestados, donde la enfermedad, el vicio y
la miseria florecían, lo que llevaba a dispersarlo y contaminar toda la ciudad.
El
campo, en la misma época, por más que prometiera aire puro y naturaleza, no
prometía, desarrollo, estaba ahogado en la depresión de la agricultura y no
ofrecía ni trabajo, ni salarios suficientes, y tampoco una vida social
adecuada.
Sin
embargo era momento de tomar cartas en el asunto y emprender acciones para la
ciudad, el tema de la vivienda en Londres era el problema social central en los
años de 1880, al cual solo se veía una salida, acomodar en viviendas dignas a
la población más vulnerable y quien lo tenía que hacer era el estado, en una
época en donde la expectativa de vida era de 55 años entre los nobles y de la
clase obrera bajaba hasta los 29 años. Una de estas primeras acciones fue la
creación de un grupo electo democráticamente, el London County Council, LCC,
(Consejo del Condado de Londres), así como en 1890 lanzar la Ley para la
Vivienda de las Clases Trabajadoras. ¿Por qué menciono esto? Porque este fue un
antecedente vital para el rediseño de las ciudades, ahora ya había un marco
para trazar metas. Aquí es donde llega la ciudad jardín en el diseño urbano, en
cómo se conceptualizó a partir de la situación difícil que vivía Inglaterra y
la ciudad más grande del planeta en ese entonces, Londres.
Había
una concepto, y la mente pensante de Ebenenzer Howard, la ciudad jardín en el
campo, lejos de la ciudad antigua, lo suficiente para garantizar que la tierra
fuera comprada a precios mínimos, con la intención también de interesar a los
capitales de la industria para mudar sus fábricas, y con ello, los trabajadores
mudarse para construir sus casas. La ciudad jardín tendría un límite, en ese
entonces Howard sugirió 32 mil habitantes en una superficie de poco más de 400
hectáreas, lo que equivalía a 1.5 veces la ciudad histórica-medieval de
Londres. Alrededor tendría un cinturón verde de aproximadamente dos mil
hectáreas.
La
primera y sin lugar a dudas más importante respuesta a la ciudad victoriana fue
el concepto de ciudad jardín de Howard, de gran visión y persistencia, cuyo
objetivo era resolver el problema de mejorar la ciudad antigua, hacinada y sin
servicios de sanidad, llevando a una porción de personas junto con sus empleos
para nuevas ciudades construidas en el campo.
Hoy
en día pensar en mudarse al campo y ver como nacen las nuevas ciudades suena
utópico, sin embargo, tomando una analogía, pudieran ser las ciudades
intermedias, aquellas en donde la urbe no está desbordada las que ayuden a las
metrópolis a repartir cargas. La ciudad densa, compacta, es una constante que
camina como el concepto ideal y así tendrá que permanecer, sin embargo, los
límites espaciales, y ahora un virus en el tablero de juego nos obliga a pensar
en cómo redistribuir el espacio, sus actividades y su movilidad. En cómo hay
que invertir en más y mejores espacios públicos, abiertos, recuperación de ríos
y arroyos urbanos, con muchos árboles, espacios capaces de oxigenar en el
amplio sentido de la palabra, en nuevas ciclovías y zonas peatonales
preferentes.
La
ciudad victoriana y su migración a la ciudad jardín nos enseñó que las ciudades
se reinventan, ahora nos toca reinventarnos hacia el interior, pero con una
visión regional, hacia los límites de las cuencas. Pero también no nos
olvidemos que vivimos en la era de la tecnología, información y comunicación,
donde probablemente los usos de suelo se vean jerarquizados a medida del acceso
a internet que a otros servicios prioritarios.
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